sábado, 13 de febrero de 2010

Cada vez que sonreías lograbas calmarme. Tu sonrisa solía causar una especie de magia en mi. Tus palabras lograban acariciar mi alma y tus ojos me invitaban a viajar. En tus brazos encontraba mi refugio, donde nada podía hacerme mal. El sonido de tus carcajadas era mi melodía favorita. Tu cuerpo al lado del mío representaba una perfecta combinación. Hasta que de repente todo se extinguió. Así como se desvanece el humo en el aire, como se escabullé el viento por mis dedos, como la ropa pasa de moda, desapareciste y nunca más te vi. Y me pregunto cómo continuar, porque no recuerdo como solía ser la vida sin tu mano estrechada con la mia . Y lo único que me sale es extrañarte locamente.
Echo de menos tus caricias y tus manos tan bien ubicadas en el mapa de mi cuerpo. Podría afirmar que la ternura era tu sinónimo. Y recuerdo perfectamente bien los momentos que pase con vos, y tus promesas de amor. Pienso que en este momento le estas brindando todo eso a una cualquiera, que no lo apreciará de la misma manera que lo hice yo. Y me desespero al pensar que está recibiendo todo tu amor, y el regalo de tu compañía. Y harás con ella todo lo que hace no mucho tiempo atrás, hacías conmigo. Y sé que alguien te llevará por las mismas calles por las que yo lo hice, y debo de aceptarlo. Porque si así lo deseas, no me puedo dar el lujo de negarme. Siempre tuve algo muy en claro: tu felicidad es simplemente la mía. Nada es capaz de acercarse a lo que vos me dabas. Es imposible que te lo pueda retribuir del todo, no me alcanzaría la vida. Me causaste millones de sensaciones, imposible de sentir de nuevo.
Sos, todavía, lo que encierra mi razón y todo lo que necesita mi corazón. Eras vos quien le dabas sentido a mis días. Y ahora ya no se que hacer...
Te sigo amando de una manera, que nadie jamás podrá comprender. Y para ser franca, tampoco la comprendo yo.

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el perfume que lleva al dolor