lunes, 14 de junio de 2010

Nunca nos preguntamos en qué cambia nuestras vidas mirar absortas las estrellas una noche de verano, llenar la casa de nuestras flores favoritas o simplemente releer esa novela que nos atrapa. Nuestra necesidad de vivir rodeadas de cosas bellas y experimentar sensaciones placenteras es evidente y, sin embargo, pocas veces le damos la importancia que merece. Nos enseñaron que la belleza es algo superficial, tonto, un accesorio del que podemos prescindir, sin embargo, ahora la ciencia comienza a encontrar un sentido a la búsqueda de lo precioso. Científicos y terapeutas dejaron de hablar de frivolidad para reconocer a lo hermoso una importante función vital. Más allá del consumismo y de las modas, se revela ante nosotros una sorprendente explicación de por qué necesitamos rodearnos de cosas lindas para ser felices: el verdadero poder de la belleza. Es hora de recurperar la capacidad de detenernos a disfrutar, por ejemplo, de un atardecer.

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