lunes, 14 de junio de 2010

Siete maneras de ser rubias

Primero está la rubia translúcida: una figurita de porcelana de cabello escaso, ojos claros, cuello de cisne y manos finas. Después viene la rubia desabrida: un pantagruélico trapecio de carne albina, cuyas débiles facciones se pierden en su cara como en un bollo de masa cruda. Después está la rubia orgullosa de ser rubia, quien cree que su color de pelo es una cualidad tan importante como ser médica, arquitecta o astronauta. Luego está la rubia vieja, que siempre fue morocha, pero empieza a teñirse de rubio para disimular las raíces plateadas. Está también la rubia que se niega a ser rubia y se tiñe de negro azabache, y la rubia confundida, que fue rubia hasta los trece años y se sigue describiendo como “rubia oscura” aunque ahora sea castaña clara. Y por último está la rubia imposible: una ilusa morena empecinada en ser rubia que finalmente logra, a fuerza de violentos baños de lejía, lucir en su cabeza una rugosa peluca color zapallo intenso.

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